Nos gusta seguir a ciertas personas en las redes sociales. Estamos pendientes de sus publicaciones y seguimos sus consejos. A veces nos sentimos identificados con estos influencers y otras los vemos como un modelo al que aspirar. Nos embriaga su calidad de vida, su felicidad, sus viajes, sus rutinas de belleza, su vida social, sus entrenamientos y una larga lista de actividades en las que no se ve una sóla fisura en la que pueda asomar el desánimo, la soledad, la pena o cualquier sentimiento frustrante. Es posible que nos tengamos que plantear que detrás de esa imagen que nos venden hay intereses económicos o personales. No quiere decir que sus contenidos no sean lícitos, sino que en cierta medida están sesgados. Si empleamos demasiado tiempo en seguir a estas personas podemos caer en la deshumanización porque ante unas vidas tan perfectas y nuestro afán de imitarlas podemos olvidarnos de que tenemos derecho a no ser perfectos. Tenemos derecho a tener sobrepeso, a que no nos...
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